martes, 4 de julio de 2017
No es... Pero es
Posted on 10:42 by Jorge
En tiempos de la posverdad la muerte de Alfredo
Turcumán el 22 de junio pasado abre una vertiente donde se combina hijaputez y
mentecatez en justas dosis, el reclamo de su crimen bajo la categoría “de
género” nos habla tanto de una sociedad imbécil como adicta a las simulaciones
que disipan todo esfuerzo por tornarla más igualitaria.
NO ES
Alfredo Turcumán no fue asesinado en razón de su
género, es ni más ni menos que un caso de violencia doméstica, en principio un
crimen pasional ejecutado por una persona que presuntamente concibe sus
relaciones interpersonales desde el usufructo y no desde la cooperación, el
género de Turcumán no nos informa más de sobre dónde dirigía su libido Claudia
Moya que en su accionar criminal no hubiera diferido si fuese lesbiana o
practicase la zoofilia, simplemente hubiese cosificado a la pareja como su
propiedad cualquiera fuese su género o hasta especie.
El crimen de género exige precisamente que el género
sea determinante para su concreción, es decir que se funde en un sentimiento de
rechazo sobre el género o en la existencia de una relación de subordinación que
cosifica a la persona por su género, ninguno de esos elementos se haya presente
en el asesinato de Turcumán y procurar ponerlo en el centro del debate no hace
más que procurar deslegitimar el movimiento por los derechos de género al
tiempo que deslinda abarcar las reales problemáticas que si nos evidencia.
En primer término, Turcumán es el emergente de una
sociedad violenta donde las relaciones interpersonales se rigen por el
usufructo utilitarista y no la cooperación entre iguales, si yo cosifico al
otro, también podré disponer de él como objeto y “desecharlo” cuando de un modo
u otro nos estorba o contraría. No es más que lo mismo que advertimos en la
multiplicación de los homicidios en ocasión de robo y la deshumanización del
otro que nos rige.
Siguiendo este razonamiento, todo alegato a la
cuestión de género no debiera salirse de una búsqueda de anclaje de las
problemáticas que un movimiento impulsado desde las corrientes feministas nos
ha ayudado a visibilizar y no el reclamo cretinezco que señala: “Plantear las
problemáticas de género como dicotómicas implica olvidar que los derechos
humanos son para todos. ¿Por qué las personas que militan por los derechos de hombres
y mujeres no trabajan en forma conjunta?” (Roxana Kreimer; Activismo por los
derechos de la mujer, y también del varón; Diario Clarín; 1º de julio de 2017; https://www.clarin.com/opinion/activismo-derechos-mujer-varon_0_B17r8UVVb.html)
La supina hijaputez de Kreimer no es redimida por una
serie de estadísticas como el hecho que un 21 % de las denuncias recibidas por
la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema es realizada por varones,
sino que es reafirmada cuando alega burradas como el “fraude de la paternidad”.
Hombres y mujeres no nos debemos conjunción, sino interrelación desde los
puntos de intersección en dos problemáticas necesariamente diferentes y aquí,
en estos casos, es que deberíamos tomar la experiencia de las mujeres para dar
cuenta de situaciones sobre las que se pueden trazar analogías.
El movimiento por los derechos de género ha, por
ejemplo, logrado el agravamiento del asesinato antes circunscrito al vínculo
formal se extienda a relaciones de hecho e incluso puramente casuales, lejos de
cuestionar este logro, deberíamos ver en su lucha un elemento que permite
plantear una antijuricidad igualmente reprobable cuando se da en el contexto de
relaciones de uso dónde el género no es determinante. ¿Sería menos reprobable
la muerte de Turcumán si no existiese el vínculo formal del matrimonio o, por
el contrario, existe una causal que nos permite trazar una analogía a lo ya
legislado en torno a la violencia de género? Sin dudas es lo segundo y lejos de
que los colectivos encabezados desde el feminismo no hayan trabajado “en forma
conjunta”, me encuentro que nos dan herramientas a los varones con las cuales
servirnos cuando enfrentamos situaciones análogas, no verlo es idiotez o
hijaputez, ante lo cual, dudo mucho que la Doctora Kreimer sea idiota.
PERO ES
Si debemos cuestionar algo al feminismo es la
pretensión de exclusividad que alguna que otra vertiente hace sobre el rol de
sujeto pasivo de la violencia machista. El hombre también la sufre y en el caso
de Turcumán no deja de estar presente aunque su asesinato no responda a una
cuestión definida por el género.
Sabemos que una mentira sólo puede sostenerse
utilizando partes de verdad y la Doctora Kreimer lo hace muy bien repitiendo
estadísticas de población carcelaria, de situación de calle y de riesgo laboral
donde sin dudas se demuestra que el mentado Patriarcado favorece muy poco al
varón sino que es estructurado para el beneficio de un élite social
determinada. En otros términos, si sos un varón de clase trabajadora los
“beneficios patriarcales” se traducen en que sufrirás el 90 % de los
homicidios, el 90 % de los accidentes laborales, mientras representarás el 80 %
de las personas en situación de calle y de los privados de la libertad. Sin
ahondar demasiado, para los trabajadores ser varón es ser sujeto pasivo de
violencia, incluso machista, desde el nacimiento hasta la muerte.
El relato de Turcumán intentando establecer una
denuncia por violencia doméstica ante su esposa Claudia Moya y siendo
estigmatizado por el personal policial bajo la consigna “sos un puto” es la
palpable evidencia de que el varón sufre también la violencia machista cuando
no cumple los estereotipos sociales que se le imponen desde la cuna, y, siendo
aún más claro, si no se impone sobre su mujer, si es necesario golpeándola
hasta matarla, la violencia machista irá total y absolutamente sobre él porque
no es lo “suficientemente” hombre. Algún día, si tenés una cierta capacidad
crítica sobre tu propia persona, observás que has vivido todo tu vida
convirtiéndote en victimario para no ser víctima repitiendo reflejos
condicionados bajo el convencimiento que constituyen acciones voluntarias y…
No, no lo son, son reflejos condicionados y eso, mi estimado macho
todopoderoso, es una violencia que has recibido pasivamente desde el puto día
que te concibieron.
Desde nuestro primer hasta el último día, descubrirás
que no has sido más que un animalito de circo amaestrado por el rigor del
látigo machista. ¿Cuándo elegiste una carrera pensaste en tu realización o en
cumplir el rol social de proveedor siendo económicamente “exitoso”? ¿Cuántas de
tus relaciones sexuales escaparon al criterio de “el que elige no coge”?
¿Cuántas cosas realmente elegiste sin contrapesar el “deber ser” impuesto
socialmente? El varón es sujeto pasivo de la violencia machista cada día de su
vida y en un universo totalmente distinto al de la victimización de la mujer.
Mientras la mujer es reducida al papel de bonito
adorno y matriz reproductora, el varón es deshumanizado a medio camino entre el
quid pro quo del hombre-máquina y la animalización como pura bestia de carga.
Son las dos caras de una misma moneda de un sistema patriarcal que lejos de
favorecer al varón sólo lo esclaviza al servicio de una élite social y eso es
violencia, primero simbólica, pero tarde o temprano concreta.
Es así, o te asumís que también siendo varón resultas
víctima de una violencia machista e interactúas con las mujeres para visualizar
tu propia problemática, o hacés como Alfredo Turcumán y vas compungido a tu
casa para recibir una puñalada mortal que te crees merecer por no ser
“suficientemente hombre”.
No, no es… Pero es.
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