Ojala me resultase llamativo que desde el
espacio del FpV, que incluye algo más que el kirchnerismo, todo pareciese
discutirse desde pontificar una “lealtad” irracional y acrítica que alude
abstractamente a un “modelo” del cual no se hace especificación alguna más allá
de una u otra medida que en todo caso serían su consecuencia pero en nada su
materialidad.
¿Lealtad a qué modelo, a qué estructura
política concreta, a qué?
En vida de Perón e incluso en los primeros
años de la recuperación democrática, esa lealtad no estaba en ninguna
abstracción mítica sino que claramente la estructura organizativa era el
Partido Justicialista que, articulado en lo social por las 62 Organizaciones y
asentando en lo ideológico sobre la Doctrina peronista y las 20 Verdades, desplegaba
una política de Frente Nacional con distintas organizaciones y agrupamientos
afines a su orientación ya coyuntural o ya estratégica.
Éste, en gran medida, fue el error de los
compañeros de la Tendencia Revolucionaria en los ’70 sosteniendo que la lealtad
al líder por sí sola reemplazaba la subordinación a esa estructura
“burocrática” que el mismo Perón había definido de cara a las elecciones de
1951, incluso a costa de la escisión de figuras claves del primer peronismo
como la de Cipriano Reyes o la postergación de dirigentes de la talla de
Domingo Mercante ni más ni menos. Cooke así lo entendió y en vida siempre se
subordinó a la definición de dicha estructura, y, también así fue que lo
entendió Alicia Eguren que ante la manifiesta contraposición de dicha
burocracia a un proceso de radicalización socialrevolucionaria, rompió con la
burocracia y marchó hacia la construcción de un “más allá” del peronismo
institucionalizado dentro del malogrado FAS. Es decir, la lealtad marcaba la
dicotomía entre subordinarse a la estructura política definida por Perón mismo
en 1951 o la ruptura. Cooke mantuvo lo primero, Alicia definió lo segundo y el
resto de la Tendencia Revolucionaria se malogró en una tan incierta como ancha
“avenida del medio”.
Cuando hablamos del fenómeno kirchnerista
vemos que en doce años de ejercicio del gobierno no existió dicha definición
organizativa y programática, definición que tampoco se ha dado en este año y
medio de repliegue y recomposición tras la derrota electoral de 2015, dónde el
FpV sigue siendo la mera suma de sectores afines cuya vida institucional se
autolimita al período electoral sin estructuras organizativas unitarias que
permanezcan en el tiempo. ¿De qué lealtad podríamos hablar aquí? ¿A la voluntad
predestinada y hasta capricho de algún líder mesiánico favorecido por el
designio divino? Pues… Eso no sólo que es irracional y apolítico, si no que
difiere tangencialmente de las orientaciones políticas que exhiba a quién
aquellos que hablan de “lealtad” buscan investir de tal condición.
¿Qué ha dicho Cristina Fernández en este
tiempo? Contrariamente al sueño húmedo de un cierto integrismo de leales, la ex
Presidente viene sosteniendo que el FpV debe dar paso a un Frente Ciudadano que
reconstruya mayorías de cara a la evidencia del neoliberalismo del actual
gobierno. Cristina no habla de “globoludos”, por el contrario, reconoce el
agotamiento de una gestión de doce años, la cual, aún defendiéndola, marca como
insuficiente e incapaz de lograr consensos suficientes para avanzar sobre
sectores concentrados de la economía, sí, sí, denuncia el papel de los medios y
demás en presentar una salida ilusoria al estancamiento que reconoce en su
último tiempo de mandato, pero, ante todo, reconoce el estancamiento y una
clara imposibilidad de superarlo si no se alcanzaban esos consensos superadores
del FpV… ¿Esto está más cerca de las posiciones esgrimidas por el Movimiento
Evita o de alguno de esos casi adorables exabruptos de Guillermo Moreno? La
respuesta es demasiado obvia como para subestimarlos al contestarla.
Y sí, también se mete en la coyuntura
electoral y se posiciona sobre la estrategia que el FpV debe desarrollar en el
corto plazo. Con atino observa que si desde ese espacio se procura llamar a una
expansión de consensos en el marco de un Frente Ciudadano no es nada acertado
llegar a las Primarias con disidencias a resolver para presentar una estructura
monolítica que actúe como faro de atracción a todos los sectores en
contradicción con el neoliberalismo y es desde ese que no se postula ni se deja
de postular, sino que marca su presencia para superar los eventuales disensos
sin dirimirlos en las PASO, ya sea con su candidatura o respaldando otra que en
particular el FpV bonaerense definiese en tal esquema. No habla de traiciones ni
de operaciones maquiavélicas, sencillamente aporta a la estrategia de conjunto
con su propia visión de que las PASO debieran ser un primer escalón en la
atracción de voluntades hacia la ampliación de consensos que promueve y que
ello es incierto en un escenario donde la disputa interna no ha sido zanjada.
No, no, por supuesto que no es inocente.
Hablamos de un animal político protagónico de la vida nacional desde hace más
de un cuarto de siglo, de inocente no tiene nada y marca la cancha a
potenciales adversarios. Mientras declara que no competiría de ningún modo con
Florencio Randazzo subordinándolo como hombre de su espacio y de su confianza,
lo cual en la reciente entrevista concedida a C5N remata con la frase donde
dice desconocer que éste tenga algún planteo político que se diferencie a los
que ella representa, en una ninguneada maestra que casi emparda aquel “en el
fondo son todos peronistas” del mejor Perón. Marca la cancha fiel a un estilo
propio poco afín a la diplomacia hipócrita y señala con claridad a Randazzo que
el límite de su afán de disputa está en las listas de la Provincia de Buenos
Aires pero sea cual sea el resultado la conducción nacional seguirá recayendo
en ella. Pero sin embargo también y primordialmente marca la cancha a quienes no
nombra y especulaban como Randazzo en 2015 con una suerte de bendición de la
“líder”, en especial, la Intendente de La Matanza, Verónica Magario, que por
peso propio viene proyectándose como eventual candidata a la gobernación
bonaerense en 2019. Cristina, muy a disgusto del integrismo fundamentalista, se
pone por encima del disenso interno, lo circunscribe al límite de la Provincia
de Buenos Aires y advierte a unos y otros que no aprueba llegar a dirimir las
candidaturas en la PASO y que si esto sucediera no va a favorecer a ninguno de
los sectores en pugna. ¿Se candidatea? No, para nada, sólo lo haría si los
sectores del FpV bonaerense no logran otro acuerdo distinto al tiempo que
amenaza con presentarse si tal acuerdo se demora y debe presionar con su presencia
a ambos grupos para que retiren candidaturas.
Pero volvemos finalmente a qué es “lealtad” y
cómo ser “leal”. Pues la “conductora” no se propone al frente de ningún
liderazgo mesiánico sostenido en su mera voluntad y hasta capricho como rezan
los miembros del integrismo fundamentalista, por el contrario, establece
lineamientos políticos en el corto plazo en torno a las emergencias sociales
que vivimos y una direccionalidad política de ampliar los marcos de consenso
para avanzar hacia un esquema de mayor
restricción a los grupos concentrados, o sea, unos lineamientos que quienes
mantuvimos distancia crítica en doce años de gestión podemos cuestionar por
insuficientes y extemporáneos porque así
lo habíamos reclamado hace 6 largos años, pero que el integrismo
fundamentalista tan sólo debiese aplaudir sin socavarlo en su caza de brujas
sobre cualquier mirada positiva mínimamente crítica. Eso debiera es la lealtad
a un proyecto que si bien adolece de las mismas faltas que hace dos años,
también en la evidencia del neoliberalismo se ve obligado a concretizarse cada
vez más.
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