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miércoles, 31 de mayo de 2017

Cristina y la lealtad

Posted on 18:04 by Jorge


Ojala me resultase llamativo que desde el espacio del FpV, que incluye algo más que el kirchnerismo, todo pareciese discutirse desde pontificar una “lealtad” irracional y acrítica que alude abstractamente a un “modelo” del cual no se hace especificación alguna más allá de una u otra medida que en todo caso serían su consecuencia pero en nada su materialidad.


¿Lealtad a qué modelo, a qué estructura política concreta, a qué?

En vida de Perón e incluso en los primeros años de la recuperación democrática, esa lealtad no estaba en ninguna abstracción mítica sino que claramente la estructura organizativa era el Partido Justicialista que, articulado en lo social por las 62 Organizaciones y asentando en lo ideológico sobre la Doctrina peronista y las 20 Verdades, desplegaba una política de Frente Nacional con distintas organizaciones y agrupamientos afines a su orientación ya coyuntural o ya estratégica.

Éste, en gran medida, fue el error de los compañeros de la Tendencia Revolucionaria en los ’70 sosteniendo que la lealtad al líder por sí sola reemplazaba la subordinación a esa estructura “burocrática” que el mismo Perón había definido de cara a las elecciones de 1951, incluso a costa de la escisión de figuras claves del primer peronismo como la de Cipriano Reyes o la postergación de dirigentes de la talla de Domingo Mercante ni más ni menos. Cooke así lo entendió y en vida siempre se subordinó a la definición de dicha estructura, y, también así fue que lo entendió Alicia Eguren que ante la manifiesta contraposición de dicha burocracia a un proceso de radicalización socialrevolucionaria, rompió con la burocracia y marchó hacia la construcción de un “más allá” del peronismo institucionalizado dentro del malogrado FAS. Es decir, la lealtad marcaba la dicotomía entre subordinarse a la estructura política definida por Perón mismo en 1951 o la ruptura. Cooke mantuvo lo primero, Alicia definió lo segundo y el resto de la Tendencia Revolucionaria se malogró en una tan incierta como ancha “avenida del medio”.

Cuando hablamos del fenómeno kirchnerista vemos que en doce años de ejercicio del gobierno no existió dicha definición organizativa y programática, definición que tampoco se ha dado en este año y medio de repliegue y recomposición tras la derrota electoral de 2015, dónde el FpV sigue siendo la mera suma de sectores afines cuya vida institucional se autolimita al período electoral sin estructuras organizativas unitarias que permanezcan en el tiempo. ¿De qué lealtad podríamos hablar aquí? ¿A la voluntad predestinada y hasta capricho de algún líder mesiánico favorecido por el designio divino? Pues… Eso no sólo que es irracional y apolítico, si no que difiere tangencialmente de las orientaciones políticas que exhiba a quién aquellos que hablan de “lealtad” buscan investir de tal condición.

¿Qué ha dicho Cristina Fernández en este tiempo? Contrariamente al sueño húmedo de un cierto integrismo de leales, la ex Presidente viene sosteniendo que el FpV debe dar paso a un Frente Ciudadano que reconstruya mayorías de cara a la evidencia del neoliberalismo del actual gobierno. Cristina no habla de “globoludos”, por el contrario, reconoce el agotamiento de una gestión de doce años, la cual, aún defendiéndola, marca como insuficiente e incapaz de lograr consensos suficientes para avanzar sobre sectores concentrados de la economía, sí, sí, denuncia el papel de los medios y demás en presentar una salida ilusoria al estancamiento que reconoce en su último tiempo de mandato, pero, ante todo, reconoce el estancamiento y una clara imposibilidad de superarlo si no se alcanzaban esos consensos superadores del FpV… ¿Esto está más cerca de las posiciones esgrimidas por el Movimiento Evita o de alguno de esos casi adorables exabruptos de Guillermo Moreno? La respuesta es demasiado obvia como para subestimarlos al contestarla.

Y sí, también se mete en la coyuntura electoral y se posiciona sobre la estrategia que el FpV debe desarrollar en el corto plazo. Con atino observa que si desde ese espacio se procura llamar a una expansión de consensos en el marco de un Frente Ciudadano no es nada acertado llegar a las Primarias con disidencias a resolver para presentar una estructura monolítica que actúe como faro de atracción a todos los sectores en contradicción con el neoliberalismo y es desde ese que no se postula ni se deja de postular, sino que marca su presencia para superar los eventuales disensos sin dirimirlos en las PASO, ya sea con su candidatura o respaldando otra que en particular el FpV bonaerense definiese en tal esquema. No habla de traiciones ni de operaciones maquiavélicas, sencillamente aporta a la estrategia de conjunto con su propia visión de que las PASO debieran ser un primer escalón en la atracción de voluntades hacia la ampliación de consensos que promueve y que ello es incierto en un escenario donde la disputa interna no ha sido zanjada.

No, no, por supuesto que no es inocente. Hablamos de un animal político protagónico de la vida nacional desde hace más de un cuarto de siglo, de inocente no tiene nada y marca la cancha a potenciales adversarios. Mientras declara que no competiría de ningún modo con Florencio Randazzo subordinándolo como hombre de su espacio y de su confianza, lo cual en la reciente entrevista concedida a C5N remata con la frase donde dice desconocer que éste tenga algún planteo político que se diferencie a los que ella representa, en una ninguneada maestra que casi emparda aquel “en el fondo son todos peronistas” del mejor Perón. Marca la cancha fiel a un estilo propio poco afín a la diplomacia hipócrita y señala con claridad a Randazzo que el límite de su afán de disputa está en las listas de la Provincia de Buenos Aires pero sea cual sea el resultado la conducción nacional seguirá recayendo en ella. Pero sin embargo también y primordialmente marca la cancha a quienes no nombra y especulaban como Randazzo en 2015 con una suerte de bendición de la “líder”, en especial, la Intendente de La Matanza, Verónica Magario, que por peso propio viene proyectándose como eventual candidata a la gobernación bonaerense en 2019. Cristina, muy a disgusto del integrismo fundamentalista, se pone por encima del disenso interno, lo circunscribe al límite de la Provincia de Buenos Aires y advierte a unos y otros que no aprueba llegar a dirimir las candidaturas en la PASO y que si esto sucediera no va a favorecer a ninguno de los sectores en pugna. ¿Se candidatea? No, para nada, sólo lo haría si los sectores del FpV bonaerense no logran otro acuerdo distinto al tiempo que amenaza con presentarse si tal acuerdo se demora y debe presionar con su presencia a ambos grupos para que retiren candidaturas.

Pero volvemos finalmente a qué es “lealtad” y cómo ser “leal”. Pues la “conductora” no se propone al frente de ningún liderazgo mesiánico sostenido en su mera voluntad y hasta capricho como rezan los miembros del integrismo fundamentalista, por el contrario, establece lineamientos políticos en el corto plazo en torno a las emergencias sociales que vivimos y una direccionalidad política de ampliar los marcos de consenso para avanzar hacia un esquema  de mayor restricción a los grupos concentrados, o sea, unos lineamientos que quienes mantuvimos distancia crítica en doce años de gestión podemos cuestionar por insuficientes y  extemporáneos porque así lo habíamos reclamado hace 6 largos años, pero que el integrismo fundamentalista tan sólo debiese aplaudir sin socavarlo en su caza de brujas sobre cualquier mirada positiva mínimamente crítica. Eso debiera es la lealtad a un proyecto que si bien adolece de las mismas faltas que hace dos años, también en la evidencia del neoliberalismo se ve obligado a concretizarse cada vez más.

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