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lunes, 25 de enero de 2010

Saavedra, el prisionero

Posted on 19:00 by Jorge

Repitamos, con riesgo de aburrirnos, nuestra tesis base. Mayo no fue una revolución, sino un golpe cívico-militar en dónde la élite porteña decide encaramarse a un proceso sí revolucionario que venía desarrollándose desde varias décadas antes. Más allá de algunas buenas intenciones, Mayo de 1810 es fruto del cálculo desapasionado y no del patriotismo. En segundo lugar, a partir de este suceso, veremos lentamente como la pretendida lucha emancipatoria pasa a tornarse en la guerra de conquista que la élite porteña desarrolla sobre el resto del territorio virreinal, o, al menos, la parte que le resulta interesante de él.
La Junta queda compuesta por seis hombres que ejercían el poder y tres que cumplirían funciones administrativas y decorativas. El poder real de la Junta, sus vocales representarían en rasgos generales los intereses que fugazmente convergerían en las jornadas de Mayo. Dos eran parte de la clase comerciante, Larrea y Matheu, otros tantos del partido radical, Castelli y Belgrano, y por los sectores tradicionalistas, es decir los hacendados, figuraban el clérigo Alberti y el militar Azcuénaga. Llama de modo especial la ausencia de Martín Rodríguez en la Junta, dada su vital participación y no despreciando el hecho de fuera quién arrancó la renuncia de Cisneros a punta de pistola. Es más, sorprende que el patriciado porteño no impusiera hombres de mayor prestigio en la Junta, sino figuras relativamente secundarias, quizás esto pueda atribuirse a que el pensamiento de Rodríguez, y de Pueyrredón especialmente, no estaba tan lejos en ese primer momento de lo sostenido por los radicales Castelli y Belgrano.
No resultaría improbable, dada la posterior actividad política de ese patriciado de los hacendados porteños, que se optase por imponer dos figuras de escasa relevancia y que fuera del agrado del más decorativo de los tres adornos que completaban la Junta, es decir, su Presidente, Cornelio Saavedra. Si los secretarios de la Junta, Paso y Moreno, resultaban casi decorativos, lo cierto es que ejercían un considerable poder al llevar la diaria administración de la Junta y la ejecución concreta de sus medidas. Paso, cercano a Castelli y Belgrano, y sobretodo el hiperactivo Moreno, cercano a Larrea aunque con buenas relaciones con los primos que realmente direccionaban la Junta, constituían los instrumentos reales de gobierno. Saavedra, por su parte, era un adorno, cosa que tampoco parecía desagradarle en absoluto, como podemos inferir de su petulante “Memoria autógrafa”.
En los hechos, el ostentoso cargo de Presidente era ejercido sin apoyo alguno, debiendo acatar las decisiones previamente concordadas entre radicales y comerciantes con el seguro aval del patriciado. Sus supuestos “apoyos” fallaban ya por su falta de peso real, ya porque en realidad estar más emparentados a las ideas radicales que a los preceptos temperados del perito en madurez de las brevas. Si una serie de hechos no hubiese roto la precaria alianza entre radicales, hacendados y comerciantes, de no haberse producido un enorme vacío de poder con las partidas de Castelli y Belgrano al frente de las Expediciones Auxiliadoras y si este vacío no hubiese sido llenado por un estúpida incompetencia enajenada de Moreno que terminará por mal predisponer sobre sí a todos los sectores de la capital y todos los pueblos del Virreinato. Si todo ello no hubiese sucedido, quizás Saavedra hubiese pasado al olvido mucho antes y no hubiese gozado de la breve gloria que le otorgó un nuevo golpe cívico-militar dado el 6 de abril de 1811.
Sin embargo, el perito en madurez de las brevas, Saavedra, ya era para aquel tiempo presa del nuevo juego de fuerzas. La Junta Grande era conducida por el diputado enviado por un recién retornado Pueyrredón que rápidamente se había hecho con el estratégico puesto de Gobernador de Córdoba. El deán Gregorio Funes, se convirtió a partir de diciembre en el verdadero poder de la Junta, poder sólo dificultado por los restos de la oposición del partido radical, con el incapaz Moreno rumbo a Inglaterra, con el escaso carisma personal de Paso y con Castelli y Belgrano envueltos en campañas militares, el partido radical se hallaba debilitado y sin un líder claro, pero resultaba aún capaz de incidir fuertemente como demostraría en las elecciones de reemplazantes de los miembros originales de la Junta, todas suplidas por adictos a este partido.
El golpe del 6 de abril dado por la concordancia del movimiento orillero y los hacendados porteños, desplazará finalmente al partido radical, pero, más allá de una invocación muy poco sincera a la figura de Saavedra, lo cierto es que su figura resultaba más un estorbo que otra cosa a quienes definieron el juego de poderes para sí. La brutal derrota de la Expedición Auxiliadora del Alto Perú en Huaqui cumplirá un doble papel de vital importancia para quienes se habían hecho con el poder, por un lado, eliminar la amenaza de Castelli, dispuesto a marchar sobre la capital tras derrotar a los regentistas, y, por otro, la oportunidad de deshacerse cortésmente de Saavedra enviándole a sustituir a quien veía como su enemigo político. En el lejano noroeste, Saavedra se enterará que ha sido destituido y que ha comenzado el lento olvido al que se verá sometida quizás la figura más decisiva para que el golpe del 25 de mayo alcanzase el éxito.

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