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sábado, 3 de octubre de 2009

El peso de las izquierdas y de las derechas en la historia argentina

Posted on 17:14 by Jorge

Desde muchos lugares se ha pretendido, se pretende y se pretenderá explicar el desarrollo de la luchas políticas en Argentina, desde la perspectiva de “derechas” e “izquierdas”, lo cual, sin embargo, al poco andar, resulta francamente imposible. Es que ambas categorías, derecha e izquierda, son completamente ajenas al desarrollo histórico de Argentina e, incluso, de la misma América ibérica.
Sólo en dos momentos de nuestra historia vemos que la distinción alcanza un cierto contenido material. El primero está dado por los inicios del siglo XX ante la particularidad del peso demográfico alcanzado por un contingente inmigrante que otorga la masa crítica necesaria para fundar un vasto movimiento con definiciones claramente izquierdistas, ya provenientes del anarquismo, dominante, o de las líneas cientificistas del socialismo. Este fenómeno es de un carácter estrictamente coyuntural y se funda en la importación de un grupo social que también trae consigo sus propias ideas totalmente ajenas a nuestro desarrollo histórico, con la paulatina asimilación del inmigrante a la sociedad argentina, estas ideas irán perdiendo la fuerza social que demostraron en las dos primeras décadas del siglo pasado y se irán constituyendo en el mero ejercicio teórico de ciertos sectores de nuestra oligarquía extranjerizante (Juan B. Justo, José Ingenieros, Liborio Justo, Alfredo Palacios, etc.)
Dicha situación se mantuvo durante casi medio siglo, donde tanto izquierda como derecha no querían decir otra cosa que las diversas tendencias teóricas a la que adherían el cipayage y la oligarquía extranjerizante. Sin embargo, en 1966 el advenimiento del “onganiato” establecerá un momento donde la distinción tomará significado material y se relacionará intrínsecamente con el desarrollo de la lucha de clases en nuestra patria.
El fenómeno peronista surgido a la palestra el 17 de octubre de 1945, pero cuyos orígenes son muy anteriores y que deben buscarse mucho antes incluso de la llamada “Revolución del 43”, representa la aparición de un Frente Nacional cuya composición no sólo es policlasista, sino que también es “poliideológica”. Si bien, es cierto, el núcleo base que forjará el peronismo será el GOU con una definición ideológica marcadamente influenciada por la experiencia del fascismo italiano, esto no será obstáculo para que dentro del mismo peronismo surja una fuerte vertiente izquierdista vinculada a los desarrollos teóricos de pensadores como Manuel Ugarte (socialista) o Liborio Justo (trotskysta). Es más, este complejo mestizaje ideológico del peronismo fue auspiciado por su máxima conducción, es decir, el propio Juan Domingo Perón y el Coronel Domingo Alfredo Mercante, lo cual aparece claramente demostrado en el lugar que se le dará a pensadores y políticos como Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche o John William Cooke que a través del genéricamente llamado “nacionalismo de izquierda” intentarán sintetizar la compleja mixtura fundacional del peronismo.
Esta supuestamente imposible conciliación entre una derecha fascistoide y una izquierda americanizada, sin embargo, se demostró perfectamente viable durante el primer gobierno peronista y también saldrá indemne cuando la crisis económica y el carácter claudicante de Perón permiten la contraofensiva oligárquico-imperialista que se hará con el gobierno de facto en las jornadas de septiembre de 1955.
En las primeras etapas del estado de guerra civil desatado tras los bombardeos del 16 de junio de 1955, veremos como las supuestas izquierdas y derechas actúan de uno y otro lado de manera mancomunada. Desde el Frente Nacional, la derecha fascistoide y la izquierda americanizada se mantendrán unidas así como la derecha librecambista y la izquierda internacionalista harán lo propio dentro del bloque oligárquico-imperialista, lo cual, por otro lado, no debería sorprender a ningún discípulo de Marx con un mínimo de intelecto, pues es de absoluta obviedad que la realidad de la lucha política no responde a definiciones ideológicas sino a razones históricas agitadas por los intereses materiales de las clases y sectores de clase en pugna.
Sin embargo, esta situación irá cambiando con la profundización de la resistencia popular ante la restauración. Por un lado, dentro del Frente Nacional, se irá observando la paulatina defección de los grupos provenientes de la tradición aristocrática (Fuerzas Armadas, sectores católicos, etc.), el aparato clientelista burocrático de las conducciones sindicales únicas y la emergente burguesía industrial surgida del proceso de substitución de importaciones, los cuales irán aceptando su nuevo papel en la renegociación de los términos de intercambio propuesta por el régimen restaurador. Tal situación dejará en el protagonismo de la resistencia a los auténticos sectores populares, organizados en un primer momento desde las bases sindicales, y a un activo sector de la pequeñoburguesía especialmente influenciado por la experiencia tercermundista que intentan, de manera tragicómica, encuadrar a la idea de “tercera posición” tantas veces enunciada por Juan Domingo Perón. Como sea, el producto de ello es una radicalización de la resistencia contra el poder restaurador y la defección de los sectores más claudicantes del Frente Nacional, resistencia que irá tomando paulatinamente rasgos y definiciones más decididamente vinculados a la línea ideológica de la izquierda.
Empero, a la ruptura del Frente Nacional se corresponde también a una crisis dentro del vasto conglomerado cipayo, donde la radicalización de la lucha política hará implotar a la izquierda internacionalista, dando espacio material para el desarrollo de una Izquierda Nacional, fuertemente crítica del peronismo pero que también asume su irreversible emergencia protagónica dentro del escenario de la lucha de clases. Figuras como Rodolfo Puigross, Juan José Hernández Arregui, Jorge Abelardo Ramos, Jorge Enea Spilimbergo o Ángel Bengoechea encontraron un terreno fértil donde desarrollar la base material a las ideas que desde hacia ya tiempo venían propugnando. El surgimiento de la Izquierda Nacional orgánica de la mano de Ramos y Spilimbergo dará marco teórico a esta línea, mientras que el PRT, fruto de la tozuda obstinación militante de Mario Roberto Santucho, otorgará auténtico peso político y base social militante a la llamada “izquierda nacional”.
El punto álgido de este fenómeno se alcanzará con el advenimiento del “onganiato” en 1966 donde la indisimulable complicidad de sectores que antes habían adherido al Frente Nacional (sectores nacionalistas del Ejército y la Iglesia, burocracia sindical y burguesía industrial emergente) establece un cambio en las alianzas dado en el marco de guerra civil vivido desde el 16 de junio de 1955 en adelante. La antigua resistencia peronista da lugar a la llamada “lucha antidictatorial” que tomará un componente de clase muchísimo más homogéneo (los sectores populares y una fracción de la pequeñoburguesía profesional vinculada al capitalismo autoconcentrado que había propiciado el peronismo) y una definición ideológica mucho más concreta. La lucha antidictatorial ya no era protagonizada por una resistencia abstractamente peronista, sino que en los hechos se operaba un auténtico Frente Antiimperialista direccionado por organizaciones de carácter decididamente revolucionario, hecho político que forzará a la izquierda internacionalista a un impasse en su constante de entrega a la restauración y su pase al campo popular, fenómeno apenas momentáneo pero que nos da figuras del calibre de un Agustín Tosco o un René Salamanca.
Este breve instante donde la definición de izquierda quiso decir algo más que una mera postura ideológica abstracta y europeizante, cayó víctima de sus propias contradicciones, incapacidades, errores y mendicidades. A partir del retorno de Perón, la izquierda internacionalista volvió a servir a sus patrones de la oligarquía, la izquierda nacional orgánica se entregó a la mendicidad del aparato justicialista, mientras que los sectores más consecuentes, el peronismo revolucionario y el PRT, dilapidarían todo su potencial en rencillas absurdas y enormes torpezas políticas, lo cual terminaría por dejarlos casi indefensos hacia el recrudecimiento represivo posterior a la muerte de Perón, nunca más ser de izquierda en Argentina ha querido decir algo desde ese infausto momento.