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lunes, 18 de febrero de 2008

¿Lucha de clases o lucha de razas?. La acción reaccionaria del marxismo americano

Posted on 5:44 by Jorge

¿Existe diferencia entre el materialismo histórico y el marxismo? Sin lugar a dudas, mientras el primero constituye un método científico que permite analizar el desarrollo y constitución de las formaciones sociales, el segundo, resulta una doctrina política determinada histórica y socialmente.
El materialismo histórico, a grosso modo, plantea que las formaciones sociales pueden explicarse en función de la relación de carácter material y dialéctico que se establece entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. Es la aplicación de este método a una formación social específica, la europea occidental de la segunda mitad del siglo XIX, que da lugar al nacimiento del marxismo como teoría política.
Sin embargo, la confusión de ambos términos no radica solamente en que Karl Marx sea al mismo tiempo fundador del materialismo histórico y del marxismo, sino que proviene de las condicionantes históricas y culturales que el propio autor tenía sobre sí. Primeramente, el marxismo es fruto del pensamiento civilizador de su época, es decir, expone como si fuesen universales a las específicas condiciones históricas y sociales de la Europa Occidental de la segunda mitad del siglo XIX. Las realidades concretas del desarrollo de formaciones sociales diferentes resultan así subvertidas y negadas por el afán civilizador de acomodarlas a las categorías que se han creado a priori.
Un claro ejemplo de esto son los análisis de Marx en torno a las realidades de India y de América Ibérica, en ambos casos, genera desatinos notorios que de ninguna manera pueden aceptar las excusas sobre las “malas fuentes” utilizadas. Nada tienen que ver las fuentes, aquí Marx ideologiza el análisis traicionando su propio método. Se centra exclusivamente en las fuerzas productivas y nada investiga sobre las relaciones sociales de producción, dando por sentada la universalidad de las condiciones específicas propias de Europa.
Esta torpeza original de Marx, lejos de ser superada por sus seguidores americanos es agudiza a punto tal que el marxismo ha sido, hasta el día de hoy, una herramienta más de la reacción en nuestras tierras. Los sectores dominantes han utilizado al marxismo como recurso ideológico ante cada avance del campo popular, es que tanto unos como otros comparten su esencia, el afán civilizador.
¿Puede la América Ibérica ser dividida en clases sociales? Ni por asomo, el dilema americano y el funcionamiento de la dominación no son tanto económicos como culturales. El desarrollo de nuestras formaciones sociales responden a una lógica totalmente distinta a la de Europa Occidental. No se da aquí un paso entre los modos de producción esclavista, feudal y capitalista, en el proceso americano, se producen sucesivas invasiones que impondrán un nuevo modo de producción.
No pareciera que, en las grandes civilizaciones precolombinas, el trabajo esclavo alcanzase una importancia económica fundamental. Por el contrario, se observan prácticas colectivistas fuertemente centralizadas en una autoridad de carácter estatal, el más claro ejemplo es el régimen imperial del Tawantinsuyu. Aquí, sin solución de continuidad, la invasión ibérica vendrá a imponer un nuevo modo de producción.
Sin embargo, el modo de producción aplicado por la invasión ibérica tampoco puede ser de ninguna manera identificado completamente con el feudalismo. No existirá en América la figura del siervo de la gleba, en su lugar aparecerá un trabajador rural seminómada que será identificado como gaucho, llanero, etc. Es que la producción agraria no será el centro de la economía americana. Ese lugar lo tendrá la explotación ganadera, por un lado, y la extracción minera, por otro, dónde se aplicarán deformaciones de instituciones indias como la mita o el yaconazgo para regular las relaciones laborales. Así como el feudalismo no se aplica en América, tampoco habrá de surgir una burguesía industrial desde los pequeños artesanos. El lugar que en Europa ocupa el artesano no encuentra correlato en la lógica americana caracterizada por un puñado de ciudades de escasa relevancia, en comparación con las urbes europeas, dispersas en un territorio inmenso.
La mayoría de los productos destinados a las grandes urbes provenían de Europa y sólo se desarrolla una artesanía de lujo y exótica junto a otra directamente relacionada con un consumo inmediato. Así, en América, no se desarrolla una burguesía, y, por ello, no dará sola el salto al modo de producción capitalista.
Habrá que esperar a la invasión de ingleses y franceses realizan del territorio de la América Ibérica a través de los cipayos que, bajo pretexto de independencia, modernizaran las fuerzas productivas para adaptarlas a las necesidades del capitalismo. Esos rufianes, ligados a los sectores comerciantes y hacendados, serán los agentes del invasor anglofrancés.
Pero el capitalismo en América es bien distinto al europeo. Aquí no se desarrolla la industria, sólo se racionaliza, se tecnifica y civiliza el régimen que ya sostenía la depredación de nuestros recursos. No surgirá así una clase obrera, pues sólo se cambiará la apariencia legal de la explotación sobre el pueblo americano.
El dilema americano no es de clases, es de razas. Los unos, los civilizados, es decir los blancos europeos y sus cipayos emblanquecidos, dominan a los otros, los bárbaros, es decir los indios, los mestizos y los que llegaron de Europa con el rótulo de indeseables. Y, al ser un conflicto de razas, el dilema americano es ante todo cultural.
La dominación que sufrimos es hija de siglos de negación de nuestra historia e identidad. Sólo conocemos de nuestra herencia las falsificaciones hechas por la civilización, así nuestra cultura ha sido subvertida y arrebatada por los sectores dominantes. Igualan como si tal cosa a Tupaj Amaru, Tomás Katari, Francisco de Miranda, Mariano Moreno, Simón Bolívar, José de San Martín, José Gervasio Artigas, Martín de Güemes, Francisco Solano López y Emiliano Zapata. No son iguales, pero al desconocer nuestra propia historia, la civilización nos lo impone como tales.
Nada importa que entre ellos habiten enemigos, aliados y hermanos en la lucha por la liberación social. Nos confunden, y, cuando la agitación revolucionaria toma fuerza entre las masas americanas, surgirá el marxismo para completar la operación ideológica. Estos cipayos emblanquecidos nos distraerán del enemigo diciéndonos que somos proletarios para dirigir nuestras fuerzas contra una burguesía con sólo existe en su esquizofrénica imaginación.
¿Aliarnos con el blanco venido desde Europa para operar los remedos de industria que la civilización ha traído a nuestra Madre Tierra? ¿Aliarnos con racistas que desprecian a nuestros hermanos que viven hacinados y marginados? Nunca, el blanco no se diferencia por ser trabajador o propietario, es siempre blanco, es siempre la civilización que nos niega… Allí en esa inmensa esperanza que es la Bolivia presidida por Evo Morales, esto es evidente, sin pausa la escoria civilizada de cipayos emblanquecidos se suma a las huestes reaccionarias, algunos acusándonos de populistas e incluso de fascistas, otros infiltrándose para debilitarnos y confundirnos. Pero el pueblo de la Patria Americana ha madurado en siglos de lucha y más temprano que tarde veremos el triunfo revolucionario de la liberación social.


Hasta la victoria final de los pueblos
Patria Americana o Muerte… Venceremos!!!



Jorge Santiago Miranda Sanger
bisnieto de india y de bandido
Rosario, Febrero 18 de 2008