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miércoles, 26 de diciembre de 2007

Democracia o gobierno popular

Posted on 17:58 by Jorge

¿Qué es la democracia? Sin titubear, respondo, es la forma más aproximada a la justicia que puede presentar la dominación, es decir, aún en la más perfecta democracia seríamos esclavos. ¿Por qué? Muy sencillo, porque la democracia supone la dominación y viceversa, el hecho de que esto nos parezca un tanto aberrante no es más que esa zoncera que tenemos en los pueblos dominados de empezar a describir los animales por el rabo.

Entender la civilización como sinónimo de cultura y entender la democracia como sinónimo de gobierno popular parten del mismo problema: la colonización pedagógica que impone los criterios de la dominación como único método de explicación posible del mundo. Es más, uno y otro concepto van de la mano, la democracia es la forma de gobierno propia de la civilización.
El ejercicio democrático se basa en la presencia del ciudadano (civilis en latín), o, en términos más precisos, la pertenencia de los individuos a un tipo de formación social dada que no es otra cosa que la sociedad civilizada o, lo que es exactamente lo mismo, capitalista. El ciudadano, desde Grecia a nuestros días, es el que reviste el carácter de propietario, porque estas sociedades no se basan en otra cosa que en la apropiación individual de los medios y recursos comunes a la formación social toda. Cuando se habla de inclusión democrática, no es más que hacer participar al resto de la comunidad como accionistas infinitamente minoritarios de la gran empresa capitalista en que se ha convertido nuestro mundo.
¿Entonces, siguiendo este lineamiento lógico, corresponde establecer un paralelismo entre la liberación social y la causa democrática?. Desde ya, no, constituyen tácticas diferentes dentro de la lucha revolucionaria. Nótese que hablo de tácticas diferentes, pues la liberación social y la causa democrática ni tan siquiera pueden concebirse como momentos diferenciados, pues no se implican en una relación de causa-efecto. La reivindicación democrática es una táctica determinada que los revolucionarios pueden utilizar o no en el camino hacia la liberación social. ¿Pero, entonces, el revolucionario no busca la democracia, es acaso antidemocrático?. Claro que sí, la liberación social pretende la justicia como absoluto, no se coincide, por tanto, con la democracia que es un forma de gobierno vinculada a la posibilidad de implementar cierto grado justicia desde una concepción relativista. La liberación social corresponde a una etapa histórica de la humanidad que es una fase superior a la democrática.
Esto se está tornando abstracto, por tanto, tratemos de llevarlo a lo concreto mediante el camino inverso, yendo hacia la máxima abstracción posible. Supongamos una sociedad plenamente democrática, es decir, dónde existe un pleno ejercicio de las libertades públicas, con igualdad real de oportunidades y con mecanismos más que eficientes para garantizar una justa distribución de la riqueza. ¿Un mundo feliz, no?. Sin embargo, aquí persistiría una situación injusta, la existencia de una dominación, de una imposición estatal. ¿Entonces, en esta sociedad plenamente democrática, cuál es el deber del revolucionario?. El deber del revolucionario es sin dudas luchar por la plena y absoluta liberación social. ¿La liberación social no es democracia?. No, pues no, la democracia supone la irreversibilidad de condiciones injustas, por tanto, crea un régimen de dominación – gobierno – que pretende imponer la mayor justicia – en términos relativos – mediante la participación mayoritaria. La liberación social pretende establecer la justicia como criterio organizador de la sociedad, sin instancias de dominación que las impongan, sino mediante el libre acuerdo, libre asociación, de sus componentes, las personas, en condiciones de absoluta libertad. Por tanto, no sólo que la liberación social no es igual a democracia, es una fase que la supera y, por tanto, la reivindicación democrática se torna inevitablemente en la causa de la reacción.
Observemos nuestra realidad, la causa democrática es la bandera que esgrime Elisa Carrió y su plétora de émulos de Manuel Moreno, Esteban Echeverría, Domingo Sarmiento, Juan B. Justo, José Ingenieros y demás bazofia antipatria que ha pululado por nuestra Argentina bajo la insignia inmisericorde de la civilización. Los mismos argumentos que hoy exhibe esta figura del ultracatolicismo fueron utilizados para denostar esa democracia de lanzas y chiripa con que los autores se refieren a la particular forma de autoorganización que tenían las masas gauchas enroladas tras Artigas, Güemes o Peñaloza.
¿Podemos desde el campo patriótico y revolucionario confundirnos tanto como para caer en este estrechamiento de la discusión? No, de ninguna manera, sino observemos el errático camino que ha observado la reciente experiencia del Proyecto Sur con Pino Solanas a la cabeza, lo cual terminó siendo algo así como “Carrió más petróleo”. Siempre ha existido una tercera posición ante la bipolaridad que nos propone la dominación, y, esa tercera vía es la que debemos tomar los revolucionarios.
Nuestro camino es otro, retomar la democracia de lanzas y chiripa que revive en las formas organizativas del 17 de octubre de 1945, de las insurrecciones populares de fines de los ’60, o de las puebladas de los ’90 y de diciembre de 2001. Pero aquí, debemos hacer una salvedad, el mote puesto por los autores es impreciso, esta forma organizativa no es democrática, más bien, la niega, o, mejor dicho, la supera cualitativamente. Aquí el criterio basal no es la ciudadanía, sino que responde a la pertenencia a una comunidad dada, un sentir de pertenencia que no se relaciona directamente con la idea de propiedad capitalista.
La misma raíz de representación, idéntica forma de organización popular, es la que ha permitido a Evo Morales asaltar al gobierno del estado burgués en Bolivia. Ante la idea burguesa de la democracia debemos comenzar a oponer la idea federativa y popular de las comunidades y naciones que integran la Patria Americana. No debemos estrecharnos en el discurso de la civilización, debemos ahondar en nuestra barbarie seminal, el camino hacia la liberación social solamente podrá partir de nuestra propia concepción del mundo y no de las fórmulas acartonadas que proponga cualquier vanguardia iluminada.

Jorge Santiago Miranda Sanger
Rosario, Diciembre 26 de 2007

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