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domingo, 27 de diciembre de 2009

Sobre el foquismo

Posted on 12:22 by Jorge

Un amplio sector de la autodefinida izquierda entiende que la única política revolucionaria posible hoy se encuentra atada a la lucha dentro los estrechos límites de la institucionalidad democrática-burguesa que nuestras castas dirigentes han establecido como sustento de su poder. Sin embargo, no hay revolución sin violencia, por el simple hecho objetivo de que las castas dirigentes no permitirán la subversión del orden social vigente sin movilizar toda la fuerza represiva de que disponen.
Tanto la lucha dentro de la institucionalidad democrático-burguesa como la lucha armada no son más que tácticas que tienden a profundizar las contradicciones existentes en el régimen capitalista, la oportunidad de una u otra de ellas dependerá de la concreta especificidad histórica, pero de ningún modo ni una ni la otra representan la estrategia revolucionaria propiamente dicha.



La estrategia socialrevolucionaria no es más que empujar las contradicciones hasta un punto de no retorno dónde la casta dirigente a la defensiva sólo puede intentar mantenerse mediante la derogación de toda máscara liberal-democrática. El resultado de este momento depende de la capacidad que las fuerzas socialrevolucionarias tengan para profundizar aún más la ofensiva y establecer un estado insurreccional generalizado, si, desde ellas puede establecerse una organización que alcance la hegemonía necesaria para direccionar las fuerzas desatadas, la situación pasará de la insurrección anárquica a la lucha revolucionaria propiamente dicha.
Sin embargo, hoy la negación de este punto de confrontación necesario para dar el asalto al poder, lo cual, es necesariamente diferente al gobierno. En realidad y sin caer en la famosa tesis stalinista de la revolución por etapas, la estrategia de la lucha revolucionaria prevé momentos diferenciados caracterizados por la predominancia de tácticas diferentes. En tal contexto, la vía armada surge como posible en dos momentos muy disímiles, el uno y más característico, cuando el auge de masas marca un punto de inflexión dónde las fuerzas socialrevolucionarias deben comenzar a dar repuesta en el plano militar a la represión generalizada que se impone desde el Estado; el otro, clara y diametralmente diferente, es cuando el repliegue de masas llega a tal grado que empuja a las fuerzas socialrevolucionarias a la semimarginalidad haciendo que, aisladas de los frentes de masas, su única forma de resistencia y propaganda revolucionaria sea un constante y progresivo accionar violento.
Entre ambos momentos las tácticas serán disímiles pero no excluyentes, pues el programa revolucionario debe prever necesariamente el estallido insurreccional y deben formar con anterioridad una organización capaz de actuar en dicho escenario inevitable. ¿Las organizaciones socialrevolucionarias deben darse a la formación de guerrillas de carácter semiclandestino? Nada más lejano de la realidad, la lógica y la cordura, quién hoy diga desde el campo autodenominado de izquierda que su organización pretende la clandestinidad no hace más que confirmar su carácter tributario a las castas dirigentes.

La caricaturización del “foquismo”
Los reformistas han realizado un ingente trabajo por demonizar la lucha armada y, con ello, desprestigiar toda concepción violenta de las tareas socialrevolucionarias, es decir, impugnar la necesidad insurreccional pretendiendo que debemos darnos política sólo en el estrecho marco de la institucionalidad democrática. En este sentido, han usado hasta el hartazgo la máxima guevarista de que no puede intentarse la vía armada mientras exista incluso una triste parodia de democracia, estos tributarios de la casta dirigente ocultan que su prédica solamente apunta a eternizar la triste parodia de democracia en lugar de empujarla a la crisis que permita el salto cualitativo de la lucha socialrevolucionaria.
Este argumento maniqueo suele centrarse en dar el rango de teoría a la prédica foquista que desarrollara Ernesto “Che” Guevara, quién no fue ni quiso ser un teórico. Lo que ampulosamente han dado en llamar “Teoría del Foco” no es más que el trabajo publicitario y no teórico de una de las tantas tácticas revolucionarias posibles, y como tal, atada en su utilidad a las condiciones histórico-sociales específicas, precisamente, dicha advertencia de Guevara utilizada hasta el hartazgo por el reformismo de izquierda marca que él mismo la impugna como teoría general de las tareas socialrevolucionarias.
En primer lugar, la idea foquista no refiere únicamente a la Revolución Cubana, sino que toma dicha experiencia en relación con las de China, Argelia y del sudeste asiático, con lo cual se adscribe a las experiencias de guerra popular prolongada. En la especificidad de la experiencia foquista, la guerrilla, o en su caso el ejército irregular, no opera como vanguardia del movimiento revolucionario sino que representa todo lo contrario, es, precisamente, su retaguardia.
Las acciones de Guevara en África y Bolivia son clara muestra que en la llamada “Teoría del Foco” el “foco revolucionario”, la guerrilla, no ocupaba el lugar protagónico que el reformismo de izquierda le pretende conferir. Lejos de eso, el foco es parte de una acción ofensiva mucho más compleja de las fuerzas revolucionarias, acción que se despliega en todos los ámbitos del régimen capitalista semicolonial. En términos generales se trata de una campaña progresiva en todos los frentes yendo desde la lucha sindical a la disputa dentro de la institucionalidad burguesa, pasando por los frentes juvenil y territorial, procurando acorralar sobre sí misma a la casta dirigente de modo tal que sólo pueda intentar sobreponerse mediante el desenmascaramiento de todo principio liberal-democrático.
En tal escenario, la guerrilla es la retaguardia de la política revolucionaria en dos aspectos centrales. Por un lado, desde lo defensivo, actuando en espacios territoriales de difícil acceso lleva a la casta dirigente a dividir su accionar represivo en dos escenarios: el rural donde se enfrenta a la guerrilla y el urbano donde el descontento, por la extrema radicalización explotación capitalista, va generando un clima insurreccional. Por otro lado, desde lo ofensivo, genera las bases de un juego de doble poder, la guerrilla en las zonas rurales y el Estado semicolonial en los centros urbanos, que corroe directamente la base de sustentación de la casta dirigente. Un excelente ejemplo de esta tesis se da en el texto “Poder burgués, poder revolucionario” escrito por Mario Roberto Santucho en 1974 como tesis de acción política del Partido Revolucionario de los Trabajadores, más allá de la crítica a caracterizaciones erróneas llevadas a cabo por uno de los talentos intuitivos más grandes que dio la lucha antiimperialista entre 1955 y 1976, cabalmente se puede entender en este texto la complejidad real de las ideas “foquistas” y su profundo arraigo en las tesis y la teoría revolucionarias, lo cual, desde ya, está muy lejos de la variante maniquea y caricaturesca que han pretendido presentar desde el reformismo tributario de izquierda.

El fracaso del “foquismo”
Si siguiésemos el vago razonamiento del reformismo, el “foquismo” constituye un arcaísmo romántico que incluso puede merecer una estatua de bronce en la ciudad natal de su máximo publicista, lejos queda de ser una nítida experiencia político-revolucionaria de la que se pueden extraer lecciones válidas en la actualidad.
Como dijimos, este reformismo es propuesto por la izquierda tributaria de la casta dirigente y, como tal, es funcional a la estabilidad de la explotación capitalista, en inmediata consecuencia, de todo lo que diga esta lacra debemos tener una valoración tan importante como la que damos a cada sonido que emite la boca de Benedicto XVI, para ser más claro, debemos tenerla como propaganda contrarrevolucionaria.
El primer elemento que debemos entender en cuenta para entender el valor actual del “foquismo” es que su aporte teórico no resulta inmutable a las especificidades histórico-sociales del presente, caso contrario, deberíamos eliminar el estudio histórico como tarea de formación de los militantes socialrevolucionarios. Un ejemplo claro de esto es lo que desde el reformismo se intenta establecer como “vanguardismo” de las organizaciones político-militares de los ’70 en Argentina.
Resulta más que habitual escuchar la descalificación a la experiencia guerrillera en Argentina sobre la base que el ERP habría decidido su zona de operaciones por el supuesto parecido de Tucumán con la Sierra Maestra cubano. El argumento se cae por su propio peso, si tal nimiedad hubiera guiado a Santucho seguramente hablaríamos de la experiencia guerrillera en Misiones, teatro por lejos mucho más propicio y complejo para la acción represiva ante la presencia de fronteras internacionales cercanas. Si el ERP actuó en Tucumán no fue por un supuesto “parecido con” o por cierto ensueño de carácter místico hacia las figuras de Güemes y San Martín, sino porque Tucumán era la base de desarrollo del PRT, lugar donde se había dado una extensa relación política con los trabajadores de la FOTIA y el campesinado rural.
Si la elección del PRT sobre Tucumán no respondió al supuesto “iluminismo vanguardista”, digamos que los planes de operaciones que presentaron las experiencias en torno al “foquismo” dadas en Argentina estaban aún más lejos de esa acusación. Con anterioridad a Santucho, el gran publicista de la táctica “foquista” fue John William Cooke. Tanto en uno como en otro vemos que la supuesta subordinación de la política revolucionaria a la guerrilla rural no es tal, en primer lugar, el “foquismo” no prevé tal cosa, en segundo lugar, la realidad argentina se reconoce muy diferente a la cubana y requiere de la acción de una guerrilla urbana destinada a atosigar la retaguardia de las fuerzas represivas del Estado, además de un fuerte trabajo político sobre las capas más bajas e incluso la oficialidad superior misma de estas fuerzas. Esto último se observa con claridad en que Santucho nunca descarta la concordancia táctica con sectores antiimperialistas de las Fuerzas Armadas y es aún más notorio en la llamada tendencia revolucionaria peronista, que si bien no era propiamente “foquista” no puede negarse la gran influencia que este pensamiento había tenido en su constitución. Ejemplo concreto de esta adaptabilidad del “foquismo” resulta el Operativo Dorrego auspiciado por Oscar Bidegain y protagonizado por la militancia de la tendencia revolucionaria.
Si el “foquismo” fracasó no fue por la repitencia acrítica la experiencia cubana, sino que respondió en cuanto a la más experiencia más claramente identificada con este pensamiento, la del PRT-ERP, por una errónea caracterización donde, ante la aplastante evidencia del giro reaccionario posterior al golpe orquestado contra el Presidente Héctor J. Cámpora, se supuso que la concientización del activo militante podría sobreponerse a la falta de condiciones subjetivas en la masa. Este error mecanicista, sumado a que la acción de la alianza reaccionaria Perón-Lanusse apuró dramáticamente el lanzamiento de la guerrilla, impidió que el plan de operaciones del ERP se desarrollara y lo empujo a un aislamiento donde dejo de ser “retaguardia” de los sectores revolucionarios para ser una “vanguardia” fácilmente aislable y neutralizable.

Caracteres directrices del “foquismo”
Si la idea “foquista” fue válida en los años ’70, también lo es hoy, sigue siendo una nítida experiencia político-revolucionaria que nos puede aportar lecciones válidas para la actualidad, siempre y cuando no intentemos una extrapolación mecanicista. Para ello debiéramos atender los caracteres directrices de esta experiencia y no al mero anecdotario de la acción guerrillera en sí.
Hemos visto que la experiencia “foquista” es una compleja táctica donde se busca un aumento progresivo de la confrontación directa con las fuerzas represivas, como retaguardia a esta ofensiva generalizada, opera la guerrilla propiamente dicha que sirve para dividir el accionar de las fuerzas represivas que deben destacar su vanguardia a la persecución de ésta en un escenario distante al centro de la campaña revolucionaria real que se desarrolla en los grandes centros urbanos, además de esto, la guerrilla actúa como núcleo base de un Ejército Popular capaz de erigirse como garantía del juego de doble poder cuando las condiciones para la insurrección general se hayan establecido. Tal es la experiencia “foquista” propiamente dicha, su influencia sobre los movimientos revolucionarios de las décadas de 1960 y 1970 implicaron variaciones importantes, tal el caso argentino donde la importancia de la guerrilla urbana y del trabajo de captación hacia los sectores antiimperialistas de las Fuerzas Armadas le otorgan claros elementos distintivos.
Sin embargo, este resumen de la idea “foquista” no es lo suficientemente clara si no atendemos a una frase de Ernesto Guevara tan mal utilizada hoy como el resto. Su idea central de los “mil Viet Nam” no es un alegato romántico sino una clarísima lectura de los límites de extrapolar mecánicamente la experiencia cubana a otros territorios y al plano internacional de la lucha revolucionaria.
Si en la especificidad cubana, el desarrollado de un único núcleo guerrillero fue suficiente por desatar la escalada progresiva de la confrontación directa, en otros escenarios esto sería claramente insuficiente. El caso argentino es claro, al circunscribir la guerrilla a Tucumán nunca se logró debilitar la eficacia represiva, con un esfuerzo relativamente limitado, las Fuerzas Armadas, lograron aislar a la guerrilla sin verse en la obligación de desatender sus capacidades represivas en el punto crítico de la campaña insurgente, es decir, los grandes centros urbanos. Si atendemos a que el “foquismo” plantea una escalada progresiva del enfrentamiento directa, notaremos que debe instruir los elementos suficientes para ello.
Si las necesidades del plano internacional de la revolución, hacían que “un Viet Nam” fuera insuficiente, pues Estados Unidos mantenía su eficacia represiva sobre otras realidades como las de la América Ibérica, la realidad de territorios extensos como la Argentina implicaban que “un Tucumán” también fuese insuficiente. Ya hemos dado cuenta que el lanzamiento de la guerrilla fue apresurado por el accionar de la alianza reaccionaria Lanusse-Perón, ya hemos visto el error de una caracterización mecanicista de la influencia de la concientización militante sobre las masas, pero lo cierto es que sólo siendo Santucho podríamos saber si su intención era limitar el accionar “foquista” al teatro tucumano o todo lo contrario.
Los indicios de que hoy disponemos nos llevan a suponer que efectivamente, como argumentan antiguos miembros del ERP, la experiencia tucumana no buscaba otra cosa que el “entrenamiento operacional” de los cuadros guerrilleros y que la concepción de Santucho era mucho más amplia pasando por la articulación en lo local de la OLA (Organización de Liberación de Argentina) y en lo regional de la JCR (Junta de Coordinación Revolucionaria) junto a MLN-Tupamaros de Uruguay, MIR de Chile y ELN de Bolivia, llevándonos a suponer que era plenamente consciente de que la única vía posible de éxito era la formación de una conducción única del esfuerzo insurgente que articulara múltiples focos tanto locales como regionales.
Este elemento es clave del pensamiento “foquista”, la capacidad de articulación unitaria de todos los esfuerzos revolucionarios, el foco guerrillero actúa como cabeza directriz de una ofensiva que se desarrolla en múltiples frentes, de la cual es retaguardia mientras cumple un rol tanto propagandístico como concreto en el papel de la amenaza material de expresión emergente del ejército popular. Volviendo a la propia experiencia argentina, vemos que el “foquismo” chocó con la imposibilidad de las organizaciones en constituirse como fuerza predominante capaz de direccionar, si no de hegemonizar, la multiplicidad de elementos antiimperialistas, la falta de inserción real en los diversos frentes de masa, tal el caso de Uturuncos o el EGP, contribuyó a aislar la guerrilla en vez de que está sirviese como foco multiplicador de los esfuerzos insurgentes, en el caso del ERP, como ya dijimos, si bien tenía una amplia inserción del PRT en los distintos frentes, este no podía tornarse hegemónica por sí mismo en una situación de repliegue relativo de masas.
En suma, lejos de la locura que pretenden caricaturizar el reformismo tributario de izquierda, el “foquismo” implica una táctica insurreccional compleja que implica una dirección fuertemente centralizada de esfuerzos múltiples en frentes diversos y tiene su retaguardia, reserva estratégica y comando central en un organización político-militar de carácter beligerante capaz de hegemonizar o, al menos, direccionar todas las fuerzas puestas en juego, por lo cual, esta organización no se limita al plano militar sino que debe estar ampliamente inserta en los frentes de masas no directamente beligerantes. Tal táctica es adecuada frente a un proceso de auge de masas como preparatoria de un asalto revolucionario del poder, pero, también surge su potencial en momentos de repliegue de las masas, dónde su carácter altamente beligerante permite desnudar las contradicciones que el régimen capitalista entre los postulados liberal-democráticos y su real naturaleza represiva. Sobre estas bases, el Movimiento 26 de Julio alcanzo el éxito en Cuba, y, es más, aplicó el “foquismo” tanto desde lo defensivo (asalto al Cuartel de La Moncada) como desde lo ofensivo (campaña final del Ejército Rebelde).

Valoración del “foquismo” hoy
Quienes desacreditan el “foquismo” como un inútil arcaísmo romántico se topan con la proliferación de organizaciones identificadas con Ernesto “Che” Guevara. Las constantes operaciones para separar al argentino de su compromiso revolucionario y de su convicción beligerante se han visto, una y otra vez, frustradas hasta aquí.
Si alguien supone que la guerrilla y la vía armada propiamente dicha es una opción posible dentro de la estrategia revolucionaria, debemos señalar que ese alguien está totalmente loco o es tributario de las castas dirigentes. La asimetría tecnológica, la pérdida de capacidad operativa de las organizaciones, la crisis ideológica, la caída del sostén material que significaba el bloque soviético y el efecto para el campo popular que trajo el intento de La Tablada, marcan por sí que reintentar mecánicamente el foco sería una rotunda imbecilidad, las propias dificultades del EZLN en México y de las FARC y el ELN en Colombia establecen la tendencia al estancamiento que exhiben experiencias sostenidas en realidades muy diferentes a la nuestra.
No obstante, lejos está el “foquismo” de ser un arcaísmo romántico sino que es, como hemos dicho hasta el hartazgo, una nítida lucha político-revolucionaria de la cual podemos extraer lecciones validas, como son:

1) la tensión progresiva de las contradicciones del régimen capitalista
2) la simultaneidad de la lucha revolucionaria en diversos frentes
3) el carácter insurgente que debe tener la política revolucionaria
4) la concepción dinámica que imprime a las situaciones defensivas del campo revolucionario
5) la importancia del carácter beligerante de la resistencia, es decir, desnudar el carácter represivo del régimen capitalista oculto tras su máscara liberal-democrática
6) la búsqueda de una coordinación superior de los esfuerzos revolucionarias, ya por el hecho que una organización alcance la hegemonía, o, por la construcción de una instancia de coordinación a las organizaciones existentes.

En otros términos, la gran utilidad del “foquismo” hoy consiste en revelarnos de su manera más descarnada los ejes directrices de la teoría revolucionaria en sí misma, manifestando el claro contraste con las políticas de entrega que se proponen desde el reformismo tributario de izquierda y la locura vanguardista de los agitadores a sueldo de izquierda. ¿Es válido el “foquismo” hoy? Sin dudas, sólo debemos saber leer aquellas lecciones que nos enseña desde las concretas especifidades histórico-sociales del presente.

2 Response to "Sobre el foquismo"

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Roque Says....

Hay un análisis bueno pero lleva algunos errores: 1.El PRT-ERP no era solo una organización armada, esra un Partido con un brazo armado, tenía trabajo sindical, barrial, estudiantil, y en el Frente enemigo(dentro de las FFAA) Se seguían las ideas del Che y de Mao: "La guerrilla sin pueblo es como un pez sin agua: muere" 2.La realidad Latinoamericana de los 70 no es comparable con la actual, el EZLN de Mexico no intenta la toma del Poder, su inserción con los campesinos de Chiapas es en Defensa de sus Derechos, no planta como en los 70 "Una Guerra Popular y Prolongada" 3. Por último la Relación ERP-Montoneros para la creación de la OLA se da a mediados del 75 y fracasa.

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Jorge Says....

Vale de aclaración de puntos que en análisis no quedan claros. Disculpe pero en realidad había algunas cosas más que saque de la redacción. Además como escribo apurado y corrijo poco, algunas cosas quedaron confusas.
1) Efectivamente se nombra al PRT como organización político-militar, veo que no queda lo suficientemente claro que a pesar de tener desarrollo considerable en los frentes de masas, no tenía la fortaleza suficiente como para hegemonizar o al menos direccionar las fuerzas desatadas.
2) La OLA se cita como expresión última de una política del PRT que apuntaba a la unificación de las organizaciones político-militares, esto ya aparece expresado en la carta al Presidente Cámpora de 1973
3) El EZLN no deja de ser una experiencia "sui generis" del foquismo. Sobre la toma de poder como objetivo, la gran duda es y será si constituye una convicción o un límite objetivo de especificidades históricas muy distintas a las de los 70. Respecto a la guerra prolongada, difiero con Ud., en los hechos, aunque bajando la intensidad beligerante, el EZLN sigue activo militarmente. En todo caso, la situación de las experiencias más vinculadas a la concepción clásica del "foquismo" se encuentran estancadas, lo que en mi opinión sucede con el EZLN.

Saludos cordiales, y, ciertamente, el EZLN siempre ha sido para todos más un intriga que otra cosa, donde todo intento de categorización resulta estrecho.